25 abr 2011

Volvé a la empresa, hacé el favor


Prometiste gestión. La debés. Prometiste administración. La debés. Juraste resolver los problemas de la ciudad;  los chicos y los grandes. Pero nada de eso pasó.

En la campaña, eras una máquina de prometer. Pero después, nada de nada: ni los 10 kilómetros de subte, ni las escuelas, ni las casas, ni el único hospital que prometiste hacer.

Nada, ni una, ni media. Ah, sí, perdón, las bicisendas.

Y la policía, claro, con esos lindos sombreritos con cuadrillé. Que sirve para lo que no debe y no sirve para lo que debe. Que espía pero no investiga; que aprieta pero no protege. Esa, Mauricio, también la debés.

Y, encima, la UCEP.

A las escuelas públicas les falta gas en invierno y se les cae la mampostería.  Pero vos le aumentaste el presupuesto a las escuelas privadas, no vaya a ser cosa, ¿no? Y si los pibes protestan, es culpa de los padres; y si los maestros paran, es culpa de alguien más. ¿Vos? No, qué va. Vos no te hacés cargo, nunca.

A los hospitales de la ciudad les falta de todo. Y cuando les llega, les llega tarde y mal. Y para rematarla, batiste un record que espanta: mientras en todo el país, desde 2003 para acá, la mortalidad infantil bajó, en
Buenos Aires, desde 2007, subió. Bien, Mauri, bien.

Cada tanto, cada vez que llueve más de lo esperado, algunos barrios porteños parecen, en realidad, de Venecia: agua por la cintura, con suerte.  Y es que, a pesar de los negociados y del escándalo de plata que sale la recolección, la basura sigue acumulada en las esquinas, como monumentos de dudoso gusto. Y ensucia, y tapa los sumideros, y llueve, y… volvemos a empezar.

De Rivadavia para allá, una cosa. De Rivadavia para acá, otra, bien otra. Buenos Aires sigue siendo el paraíso de la injusticia, con el sur que a veces se parece a Zimbawe y el norte a Dinamarca. Y ahí sí, vos hacés Buenos Aires. Hacés que la cosa siga así, o empeore. Sin vivienda social, sin políticas sociales, ¿me querés decir cómo vas a hacer para que la cosa cambie?

Ponele que te concedamos que no supiste, que no pudiste, que tenías ganas, pero te faltó experiencia. Ponele.

Pero ponele que no. Que en realidad el desastre que hiciste es consecuencia de tu menosprecio por lo público, de tu alergia a pensar lo colectivo,  de tu compulsión a reducir todo a una pequeña cuenta de costo y beneficio. Y entonces ponele que no te queremos más acá, que el Gobierno de la Ciudad no es tu lugar. Que nunca lo fue y que, ojalá, no lo sea nunca más.

Por todo esto, Mauri, Volvé a la empresa, hacé el favor.